miércoles, 4 de febrero de 2015

Nieméyer. 03-10-2014


Nieméyer, 3 de octubre de 2014


   Una noche más, nos reunimos alegremente los integrantes de la peña gastronómica de Valliniello, esta vez en el turístico entorno del centro Nieméyer, como no, en su torre mirador, en la cual un reciente cambio de gerencia hace que se nos despierte la curiosidad, más que dormida, sepultada en cuanto a un local que abandera prácticamente la comarca de Avilés.
   Es de rigor apuntar una vez más, para los más distraídos, la localización de este magnánimo centro cultural. Si señores (y señoras), lógicamente se trata de Avilés, pero como los más veteranos pueden corroborar también se trata de Valliniello, la parte de 'allá' de la ría.
   Así pues, reunido el valor necesario y contenida la emoción que nos provoca esta visita dado su significado de fondo como hemos dicho, nos aventuramos a cruzar la pasarela de cara a nuestra primera cena en Valliniello.
   Hay que resaltar en entorno, por supuesto, hay que admirar lo que se ha conseguido en un lugar en el cual hasta no hace muchos años se veía el lodo y los restos de todo tipo cuando bajaba la marea y se disimulaba cuando ésta subía. Hay que recordar lo que muchos pensamos cuando empezaban a publicarse esbozos y proyectos de los que se proponía construir en los sucios muelles industriales alrededor de los que se nos gravó la voz a todos....todo un logro y un paso hacia lo que parece inevitable tender una ciudad ejemplo de 'boom' industrial y demográfico.
   Dicho esto, aquí hemos venido a hablar de nuestra cena!!!!
   Desde la entrada en el propio recinto llama la atención cierta soledad para ser un viernes noche, no sobra la iluminación, no se oye mucho jolgorio la verdad. No obstante, ya que nos hemos puesto el traje.....seguimos adelante. Ascendemos por la característica escalera de la torre un ojo en los escalones, otro en la panorámica que nos rodea. Una vez arriba, como no parece que el ambiente no está muy estresado aprovechamos para uno de los privilegios del local y enseguida nos sentamos a la tarea.
   Se nos ofrece, además de la carta tradicional, un menú de fin de semana, el cual por atractivo elegimos en tromba, todos menos un comensal que se aventura con el menú degustación.
   Para comenzar, el grupo tenemos sopa miso....un tanto sosa y no me refiero a la sal. Muchas cucharas jugando con los vegetales flotantes y bastante poco entusiasmo en general. Hay que destacar unas tablas de quesos variados que nos vienen a la mesa, muy majos ellos. Continuamos como primero mayoritariamente con arroz acompañado de pollo, la sensación casi unánime fue la evocación de un arroz de ámbito hospitalario, monocolor, con un trozo de pollo puesto encima, tampoco desató demasiadas emociones. El segundo fue menos unánime, en este caso era rodaballo en salsa mariscada, milhojas de bacalao y piperrada y solomillo ibérico con salsa la peral. En esta etapa los comentarios son más cálidos, división de opiniones pero casi todo en mundo satisfecho. En cuanto a nuestro hombre-degustación, se le oye poco esta noche, lógico, ha de lidiar con pastel de roca, ensalada de langostino y mango, crema de nécoras, cachopo, el rodaballo en salsa y como postre tarta de queso y sorbete de mandarina.....finalmente una amplia y sabia decisión, por variedad y calidad, siempre y cuando el cuerpo lo permita.
Pan, postres, vino y cafés sin comentarios individuales, por no merecerlo y por seguir una línea que no aporta información relevante, al igual que la mayoría de las cosas que nos rodean hoy en día y a las que sí prestamos inmerecida atención.
Destacar un precio muy ajustado, especialmente en los menús, lo cual no le da más valor a la cena pero le pone una palmadita en la espalda, en todos los sentidos. Cierto es que de no ser por el lugar, la cena pasa a la agenda de la peña en un lugar discretísimo, ya van siendo número y dada nuestra limitada memoria...
Nos vamos en silencio, sigilosos, casi como entramos, el guardia nos abre cumpliendo con su trabajo sin cambiar el rictus de su cara, quizá esperando a fumar ese cigarro que tenía en la mano justo antes de vernos aparecer escaleras abajo y que seguramente esconde hasta tres segundos después de hacer sonar el 'clonk' de la puerta una vez cerrada con ímpetu. 
Por el ambiente en general de la visita parece que Avilés tiene cierto camino aún por recorrer en este cambio inevitable de una ciudad industrial a otra de servicios, aún seguimos cruzando la calle a 10 metros del paso de cebra.

 
 
Los comensales
 
 
 
Vino Quae. Rioja.
 
 
 
Tabla de quesos.
 
 
 
Sopa miso.
 
 
 
Arroz con pito caleya.
 
 
 
Rodaballo con salsa amariscada.
 
 
 
Milhojas de bacalao y piperada.

 

 
Solomillo en salsa La Peral


 
Pastel de roca.

 
 
 




 Sorbete de mandarina.
 

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